Hoy, antes de medianoche, tendremos a disposición los resultados de la elección presidencial, parlamentaria y de consejeros regionales celebrada durante la presente jornada.
Y cómo no hay plazo que no se cumpla, ni elección que no se compare, anticipemos en esta columna tres dimensiones de análisis fundamentales para evaluar y proyectar el paisaje político que se configurará a partir de esta madrugada. Primero, la participación electoral. Segundo, el caudal de votos que reunirá cada una de las candidaturas presidenciales, especialmente las dos primeras mayorías que accederán al balotaje. Tercero, la distribución de escaños en el Congreso y sus nuevas relaciones de fuerza.
Respecto al primer punto, recordemos que el mínimo histórico en el registro de participación electoral se presentó en las municipales del 2016, donde concurrió a votar solo un 34,6%. En las presidenciales y parlamentarias de noviembre del 2017 el mismo registro llegó a un 46,7%, elevándose un par de puntos en el balotaje de diciembre de ese mismo año para alcanzar un 49,0%.
Tras el estallido de octubre del 2019 y la apertura del proceso constituyente, la participación electoral volvería a aumentar levemente para situarse en el plebiscito del 25 de Octubre del 2020 en un 50,9%. Posteriormente, en la mega-elección de convencionales, gobernadores, alcaldes y concejales del 15 y 16 de mayo del 2021, la participación bajó considerablemente hasta alcanzar un 41,5%.
Este 21-N las estimaciones más realistas sitúan la votación entre el 46,7% registrado en las presidenciales y parlamentarias del 19-N del 2017 y el 50,9% del plebiscito del 25-O del 2020, por lo tanto, la participación electoral debiese bordear los 7 millones de electores. Un registro aún precario para proyectar una democracia de alta intensidad, pero en ningún caso despreciable en vista y consideración de la profunda crisis de legitimidad que corroe al sistema político en su conjunto.
La segunda dimensión tiene que ver la bullada carrera presidencial, donde no sólo resulta decisiva la posición y caudal de votos que obtendrán las dos primeras mayorías que accederán al balotaje, sino también, el lugar y porcentajes que conseguirán el resto de sus competidores, a efectos de su capacidad negociadora de cara a la segunda vuelta.
El 2017, quienes pasaron al balotaje fueron el representante de la derecha, Sebastián Piñera, con un 37% de los votos, además del candidato de continuidad de una fragmentada Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, quien obtuvo un 22,7%, seguido de cerca por la candidata frenteamplista, Beatriz Sánchez, que se posicionó en tercer lugar con un 20,2%. En la cuarta posición finalizó José Antonio Kast con un 7,9% de las preferencias.
El escenario más probable para este 21-N es que Gabriel Boric y José Antonio Kast pasen a segunda vuelta con un margen difícil de pronosticar a ciencia cierta. Manteniéndose en una segunda línea y con alguna posibilidad de entrar al balotaje se encuentran las candidaturas de Sebastián Sichel y Yasna Provoste, siendo esta chance casi inexistente en la candidatura de Franco Parisi. Por su parte, Marco Enríquez y Eduardo Artés compiten sin mayores pretensiones que superar el 4% de los votos, porcentaje que les permitiría proyectar algún tipo de acuerdo con la más potente carta de las fuerzas opositoras de cara al balotaje, Gabriel Boric.
Dentro de los múltiples cálculos y relaciones que se llevarán a cabo una vez conocidos los resultados, el margen porcentual obtenido entre la primera y segunda posición de la carrera presidencial será fundamental para proyectar la segunda vuelta, además de los caudales de votos que obtendrán quienes se posicionen entre el tercer y quinto lugar.
La indescifrable proyección de los números que obtendrá la segunda aventura presidencial de Franco Parisi y su Partido de la Gente tampoco permite anticipar cuál será la posición que ostentará al final de la carrera. Desplazar a Yasna Provoste y/o a Sebastián Sichel sería un verdadero triunfo para Parisi.
Más allá de estos movimientos, lo más gravitante de un eventual paso a segunda vuelta entre Gabriel Boric y José Antonio Kast es que la disputa no haría más que agudizar la descomposición del sistema de partidos heredado de la transición, provocando una crisis en la derecha, tan profunda como la que ha tenido que experimentar la centro izquierda concertacionista.
Finalmente, la tercera dimensión a considerar en el análisis de los resultados del 21-N es la nueva relación de fuerzas que se configurará en el Congreso. El 2017, uno de los síntomas más importantes de la tendencia al resquebrajamiento del sistema de partidos fue la irrupción electoral del Frente Amplio que se instaló como tercera fuerza política al interior del Congreso, alcanzando 20 escaños.
Si bien, la elección parlamentaria de este 21-N es distinta a la elección de convencionales registrada el 15 y 16 de mayo, donde la representación de fuerzas políticas alcanzada en la Convención obedece más a la lógica del pluralismo político que a la del reparto duopólico del poder, este 21-N la composición del Congreso debiese tender a bosquejar la conformación de tres bloques de poder parlamentario.
En este cuadro, la derecha representada en las listas de Chile Podemos Más y el Frente Social Cristiano, debiese ser la fuerza que más se aproxime a la conquista de 1/3 de los escaños en la Cámara de Diputadas y Diputados, seguido por las coaliciones Apruebo Dignidad y la centro-izquierda heredera de la Concertación, Nuevo Pacto Social, en una tercera posición.
Por su parte, el escenario más probable en el Senado es que la derecha mantenga su supremacía, mientras que en una segunda posición se ubicarían los partidos ejes de la ex Concertación y Nuevo Pacto Social. La aparición de una bancada de Apruebo Dignidad en el Senado, si bien minoritaria respecto de la alcanzada por la centro-izquierda, dinamizará las relaciones de fuerza en una institución que ha sido históricamente conservadora.
Desde el lunes, veremos cómo los resultados del 21-N no sólo comienzan a delinear la batalla por la conquista del gobierno implicada en el balotaje del próximo 19 de diciembre, sino también cómo los desafíos de la participación política, el posicionamiento de los presidenciales que disputarán el balotaje y la nueva distribución de fuerzas en el Congreso logran promover o, por el contrario, minar el trabajo de la Convención Constitucional. Cuestión decisiva dentro del escenario político abierto en Chile a partir del estallido de octubre.
Fuente: El Mostrador, 21 de Noviembre 2021
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