Oposición: la teleserie más mala de todas
Por German Silva Cuadra“Me salgo una hora de Twitter, y ahora soy incapaz de entender lo que está pasando con los presidenciables en Chile. Y después dicen que soy yo el que diseña demasiados giros de historia”, señalaba José Ignacio Valenzuela –el Chascas– en un tuit el miércoles pasado, un día que quedará registrado en la historia de la política chilena por lo frenético, electrizante, pero principalmente porque reflejó en plenitud la razón por la cual los partidos tradicionales resultaron humillados durante los días 15 y 16 de mayo. Un 19 de mayo se enterró la ex Concertación o ex Nueva Mayoría y el sepulturero se llamó Álvaro Elizalde, presidente del PS.
La verdad es que Chascas tenía razón. La teleserie política en la oposición, que presenciamos la semana pasada, superó largamente a ¿Quién mató a Sara?, la exitosa serie de Netflix en que Valenzuela es creador y guionista, y que a ratos sorprende por su excesiva creatividad y giros insospechados. Mientras la derecha, la gran derrotada en las elecciones, llegaba a inscribir a sus cuatro candidatos al Servel –sin Evelyn Matthei, que le despejó el camino a Lavín–, en la oposición se vivió un día digno de una teleserie de misterio, traiciones, engaños y pasiones desenfrenadas. Cada cierto rato, se anunciaba una cosa, lo que cambiaba radicalmente un par de horas después. Yasna va de candidata. Yasna no va. Paula competirá en las primarias de Unidad Constituyente, después en las de Apruebo Dignidad.
Un papelón de proporciones, que dejó en evidencia la falta de claridad y escasa inteligencia de una oposición que concentró las miradas de la opinión pública, sacando al oficialismo y al Gobierno del foco crítico, pese a ser los grandes derrotados del fin de semana previo. Fue tan vergonzoso lo que ocurrió el miércoles pasado, que incluso el Presidente optó por postergar el cambio de gabinete diseñado para el viernes. Era mejor dejar el espectáculo al rival y guardar la carta para más adelante.
Como si no hubieran entendido nada de las claras señales que entregó la población, los dirigentes de los partidos de la oposición –desde la DC hasta el PC– representaron, en solo tres días, todos los males de la política y los políticos, esos de los que la gente está harta. Una desesperada búsqueda de acuerdos para resolver las primarias, que se transformó en la negociación de cupos parlamentarios, sumas y restas que terminaron de la peor manera: con una oposición dividida y desorientada. Si querían proyectar incapacidad para gobernar en bloque, lo lograron plenamente. Hay pocos ejemplos en el mundo en que un Gobierno que tiene 10% de apoyo y ha sufrido una derrota estrepitosa, tiene al frente a un rival que no logra capitalizar ese escenario.
Además de la división opositora, la semana pasada se dio por muerta y enterrada la ex Concertación. Después de 30 largos años, Álvaro Elizalde le puso la lápida a una coalición que, más allá de que hoy todos reniegan de ella –incluyendo a Daniel Jadue, cuyo partido formó parte de la ex Nueva Mayoría–, cumplió un rol en un momento de la historia del país.
Fue una muerte sin funeral y sin estilo. El presidente del PS, haciendo gala de esos rasgos ahora detestados por la gente, intentó activar “la cocina” con el FA/PC y hacer una desconocida a sus socios históricos. Elizalde llamó a Carmen Frei para notificarla que los abandonaban sin vuelta atrás. Unas horas después, el mismo timonel volvía a llamar a la presidenta de la DC –que había asumido ese mismo día, luego de la renuncia de Chahin– para decirle que querían aplicar marcha atrás. Digno de una terapia psicoanalítica.
Por su parte, en el FA/PC los zigzagueos también les valieron un capítulo importante de la teleserie. Primero se abrieron a la opción de conformar un gran pacto desde el PPD hasta el PC. Elizalde corrió entonces a bajar a Heraldo, pero su ansiedad le hizo cometer el error de comunicar antes de tiempo el preacuerdo y, lo que es peor, intentar incluir un poco fino pacto parlamentario. No solo era un momento inoportuno, sino que recurría a los viejos códigos de la política tradicional, esa que había quedado en el suelo días antes. Esto despertó la ira de quienes estaban gozando aún de un triunfo.
Creo que Jadue y Boric pecaron de falta de humildad y también se dieron un gusto personal en el portazo que le dieron al PS. El alcalde de Recoleta argumentó que era imposible incluir al PPD en un acuerdo, pese que su partido estuvo cuatro años de socio con la DC, PR y PPD en la ex Nueva Mayoría. Y Convergencia Social volvió a imponerse sobre el propio Boric y Revolución Democrática, el partido más grande del Frente Amplio. Algo que debería preocupar en esa coalición de cara a lo que viene.
Lo cierto es que el PS perdió pan y pedazo. La DC quedó en la soledad total, pero con la opción de Yasna Provoste intacta. El PPD se resignó a que Heraldo Muñoz fuera al sacrificio para nada. Jadue y Boric mostraron que prefieren seguir atrincherados antes que buscar construir posiciones de mayorías. Y, claro, Maldonado (PR) continúa aún preguntándose qué ocurrió, ya que nadie le consultó nada e incluso ese día llegó al Servel y tuvo que, disimuladamente, devolverse a su casa.
Hay que reconocer que esta mala teleserie, de los giros rocambolescos, se dio a unas pocas horas del mazazo que la ciudadanía le propinó a la clase política tradicional. Por cierto que no tuvieron tiempo de analizar la profundidad de lo que ocurrió durante los días 15 y 16 de mayo. También es una certeza que la mayoría de los(as) candidatos(as) presidenciales quedaron offside y, pese a que estamos apenas a seis meses de las elecciones, el tablero político se va a reestructurar completamente, pero de seguro quienes hoy son oposición deberán llegar a acuerdos en segunda vuelta, sí o sí, para enfrentar a la derecha. Y, por supuesto, es un hecho que la mayoría de los independientes que triunfaron no van a responder a órdenes, ni a la lógica ni códigos previos, esos que también utilizan Jadue y Boric.
Fuente: El Mostrador, 24 de Mayo 2021
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