TIEMPOS MEJORES, LA CARICATURA DRAMÁTICA DE LA REALIDAD
Por Germán Silva Cuadra
Ni el más pesimista de la derecha podría haber pensado, durante la campaña de 2017, que la promesa que se reflejaba en el eslogan “Tiempos mejores” podría, cuatro años después, convertirse en una caricatura tan dramática de la realidad. Lo cierto es que las altas expectativas que generó Sebastián Piñera –por algo sacó casi el 54% de la votación en segunda vuelta– se comenzaron a diluir muy temprano una vez que asumió. Obsesionado con la idea de convertirse en “el mejor Presidente de la historia” y en figura mundial, concentró sus primeros meses en la expulsión de migrantes y en Venezuela, incluyendo el bochornoso viaje a Cúcuta. Pero, a partir del 18/0, el panorama no solo se puso negro, sino que ha demostrado también que la habilidad política del Mandatario va marcha atrás.
Luego de un pequeño paréntesis de verano –en que el Presidente vio la oportunidad de repuntar su alicaída percepción pública, utilizando para ello la llegada de las vacunas–, las cosas se le han complicado más de la cuenta. En solo unas semanas, La Moneda se “farreó” el proceso de vacunación, generando dudas y críticas respecto al manejo de la pandemia. No cabe duda que se confiaron en exceso en que la inoculación masiva marcaría una clara diferencia con otros países, relajando las medidas a tal forma que, rápidamente, volvimos a tener un rebrote brutal.
Hasta último momento, el Mandatario intentó mantener la fecha de las elecciones –era una forma de no asumir el error–, sin embargo, el retraso le significó que la débil oposición se rearticulara y pusiera condiciones duras para aceptar el cambio. Doble derrota porque fueron, finalmente, sus contrincantes quienes aparecieron “subiendo” los aportes del Estado para las personas que lo están pasando muy mal. Luego Piñera se refirió a la política interna de Bolivia –tal vez pensó que haber creado Prosur lo avalaba– y recibió una dura respuesta de ese país. A continuación, vino el caso Enjoy –en que el Presidente tiene acciones a través de un fideicomiso que parece no ser tan “ciego”–, dónde una Comisión Investigadora de la Cámara concluyó que esa cadena de juegos habría tenido ciertos privilegios en una licitación y en la prórroga del pago de boletas de garantía. La Contraloría inició ahora una investigación y un grupo de diputados acaba de presentar una acción judicial contra el Primer Mandatario. Los conflictos de intereses son y seguirán siendo siempre un dolor de cabeza para Piñera.
Unos días después, Forbes publicaba una noticia que ha generado la reacción incluso del secretario general de la ONU, quien pidió que los Estados apliquen un “impuesto solidario” a los multimillonarios que han lucrado en plena pandemia. Por supuesto, entre los superricos chilenos, la familia Piñera aumentó sus ganancias en 300 millones de dólares. Una ironía cuando se discute en el país si la gente debe comerse los pocos ahorros que le quedaban para la vejez.
En La Araucanía, una de las tres promesas claves en la campaña “Tiempos mejores”, más que haber devuelto la paz, se ha convertido en un infierno –literalmente– y una pesadilla para La Moneda. La incapacidad del Estado es total. De nada han servido los tres planes Araucanía presentados por el Gobierno, los cuatro ministros del Interior y, menos, los coordinadores de la zona. De seguro, esta vez la derecha no arrasará en votos como cuando en 2017 juraban que acabarían con la violencia.
En materia de delincuencia, la frase “se les acabó la fiesta a los delincuentes”, que, aunque es del primer periodo del Presidente, se ha convertido en una triste caricatura. Las estadísticas y la percepción pública reflejan un aumento cuantitativo y cualitativo del narcotráfico y las bandas que hacen encerronas a plena luz del día en autopistas concesionadas a vista y paciencia de sofisticados sistemas de cámaras, pero sin intervención de nadie. Si algo ha empeorado de manera significativa este último año es el miedo y la sensación de impunidad total de los delincuentes.
Y, claro, el plato de fondo es la confusión política de La Moneda para enfrentar los efectos económicos de esta brutal segunda ola. Sin duda, el paquete de US$ 6.000 millones –incluye IFE fortalecido y nuevo Bono Clase Media– no solo no convenció a oficialistas y opositores por igual, sino que es claramente insuficiente para el nivel de precariedad en que está quedando mucha gente, y en particular la clase media. El Gobierno ha insistido en un relato que privilegia la estadística global, pero carece de empatía.
Incapaz de ordenar a los suyos, el Presidente intentó bloquear el retiro del tercer 10% trayendo a un duro para dirigir la operación política de emergencia. Melero no solo fracasó a la semana de asumir el cargo, sino que además ha permitido que dos de sus candidatos presidenciales tomen la batuta en una salida alternativa –un retiro desde el Seguro de Cesantía–, dejando aún más disminuida la figura presidencial. La mala noticia para el Gobierno es que, de seguro, se aprobarán los dos proyectos y quedará la percepción de que la gente se tuvo que “rascar con sus propias uñas”, porque el Estado no fue capaz de apoyarla en un momento crítico. Y, claro, de recurrir al TC –por ahora solo una amenaza que se posterga a diario–, el escenario para lo que le queda de mandato a Piñera se pondrá muy cuesta arriba.
Es muy probable que esta semana el proyecto del tercer retiro se apruebe en el Senado –ya contaría con los votos de al menos cuatro senadores de derecha– y, por tanto, el Presidente no podrá estirar más el plazo para presentar el requerimiento ante el Tribunal Constitucional. Sin duda, la apuesta de triunfo administrativo –gracias al voto de la exjefa del segundo piso– se podría convertir en una derrota política de consecuencias insospechadas. Un quiebre en el oficialismo ronda en el ambiente y esta podría ser la gota que se necesita. Pero el principal riesgo es que sea el propio Piñera quien traiga de vuelta el 18/0 recargado, provocando la reacción de una ciudadanía agotada y con necesidades inmediatas.
Fuente: El Mostrador, 19 de Abril 2021
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