Señor
JOSÉ ANTONIO GÓMEZ
Presidente del Partido Radical Social Demócrata (PRSD)
Presente.
Señor Presidente:
Los firmantes, militantes activos y de larga trayectoria en el PRSD, nos dirigirnos públicamente a usted para exponerle nuestra opinión ante el inmovilismo de nuestro partido y el inexplicable silencio de su Comité Ejecutivo Nacional frente a los graves problemas que afectan al país, todo lo cual nos pone en una posición de indiferencia respecto de esa dificultades, cuando no de escasa preocupación por encararlas.
La expuesta es una situación que hiere al partido y desconcierta a sus militantes, a sus electores y al país en su conjunto, los cuales tienen derecho a esperar de nosotros una conducta diferente, y de nuestros órganos directivos algo más que actuaciones orientadas a privilegiar iniciativas de interés personal, las que por su creciente distanciamiento de un proyecto que como el radical socialdemócrata ya es patrimonio de todos los chilenos, privan al colectivo nacional, y en especial a sus sectores más vulnerables, de un efectiva contribución a la solución de sus conflictos. Todo esto, en medio de un ambiente que crea en la militancia exclusiones y tristes presagios sobre el futuro del partido.
En tal contexto, hoy se añoran en nuestras filas el respeto y afecto, la solidaridad y la tolerancia que, más allá de de la legítima confrontación de posiciones, fueron características principales e históricas del radicalismo. De hombres y mujeres que siempre supieron expresar su inquebrantable voluntad de combatir la indolencia y el nepotismo, la obsecuencia y la discriminación, esta última hoy exacerbada respecto de quienes en el seno del partido manifiestan opiniones discrepantes con las oficiales, especialmente cuando estas últimas ocultan intenciones de favorecer intereses espurios.
Sin embargo, a casi 20 años de la refundación de nuestra democracia, el PRSD aparece como una colectividad fría, inamistosa, excluyente, sin rumbo claro, introvertida y preocupada principalmente de los procesos electorales internos y externos. Ausente del debate nacional y cada vez más huérfana del aporte que antaño recibía de sus militantes reunidos permanentemente en organismos comunales, provinciales y regionales, o en consultivos, congresos y convenciones, todo aquello fuente de fecundos diálogos que hoy son sólo recuerdos de instancias participativas y democráticas en las cuales era posible exponer y debatir ideas y posiciones, sin temor a represalias cuando disentían de las sustentadas por la dirigencia de cualquier nivel.
Por otra parte, hoy el PRSD resigna sus banderas para evitar conflictos con sus aliados, subordinando su compromiso con la nación. Silencia o acomoda sus planteamientos programáticos y doctrinarios frente a la educación, la salud, la distribución del ingreso, la falta de oportunidades de trabajo, y se limita al rol de mera comparsa de sus socios concertacionistas, sin exponer ideas propias y, en especial, las tendientes a evitar los daños que para la comunidad implican algunas conductas censurables del pacto que integra o de partidos o personas que lo conforman.
Y como si eso no bastara, su aparato directivo descalifica, agravia y hasta hace víctima de cobardes campañas de difamación a quien pretenda siquiera abrir un debate con el propósito de impulsar los principios del radicalismo y la socialdemocracia, o el programa que les es inherente, lo que permite imaginar los riesgos que corre quien se atreva a disentir públicamente del oficialismo Partidario.
De este modo, cada día es más fuerte la percepción ciudadana acerca de que, como en los demás partidos de la Concertación, el nuestro, en especial, es una sociedad de pocos individuos, donde cada dirigente es una suerte de estado libre asociado, que actúa en política al ritmo de sus intereses personales. Por consiguiente, el país los ve como partes de una superestructura elitista, encerrada en si misma, exclusiva y excluyente, que decide en nombre de la militancia y de la colectividad sin mayor respeto hacia su doctrina y programas, y al margen de cualquier proceso real de discusión democrática y de efectiva participación que involucre y comprometa concientemente a sus miembros en todos los niveles. Así, se profundiza el deterioro de la clase política y de la política misma, con todo el riesgo que eso implica para nuestro devenir, particularmente a la luz del creciente alejamiento de la juventud chilena del mundo político, como resultado de la escasez y pobreza de de las respuestas y confiabilidad que éste le ofrece.
En tal escenario, nos preocupa profundamente la indiferencia que nuestra organización muestra hacia los problemas sociales, la distancia que con esto marca respecto de la ciudadanía y la actitud sumisa y obsecuente de 'operadores' de sus filas que, ante el temor de perder sus privilegios, pervierten la democracia interna, acrecientan la inacción de las estructuras regulares, les dificultan la adopción de posiciones críticas o discrepantes y, generalmente con poco pudor, dejan en claro que no es casual la falta de participación en nuestro partido y sus peligrosas secuelas de inactividad orgánica y de militancia
Por ello, creemos imprescindible que el partido abandone su actitud de extrema pasividad que lo mantiene prácticamente al margen del acontecer político nacional en los más diversos e importantes frentes, y ponga en plena actividad su estructura interna, para que recoja los valiosos aportes que sus integrantes pueden hacer a la solución de esa suerte de autismo político. El mismo que se manifiesta a través de hechos que contradicen la esencia de cualquier colectividad política, como lo es carecer de durante los últimos 50 años de un candidato presidencial y encontrarse próxima al inicio de una nueva campaña que podría significar un quinto gobierno de la Concertación, sin que entre sus propios cuadros directivos se mencione con la fuerza que corresponde la posibilidad de una candidatura propia, ni mucho menos entre sus socios de pacto que se han distribuido con precisión matemática la jefatura del Estado.
Lo antes expuesto nos lleva a considerar indispensable un cambio de rumbo en la acción política del partido, que signifique dar a sus militantes en general el trato considerado y respetuoso que merecen, y el término de la discriminació n y exclusión de quienes disienten de la línea oficial o simplemente se ubican en la minoría. Que implique activar efectivamente todas sus instancias partidarias, poner énfasis en un accionar interno transparente y democrático, asumir actitudes propias frente a los innumerables problemas del país, sin temores reverenciales hacia nuestros socios políticos, e iniciar un rápido y breve período de reflexión conducente a erradicar malas prácticas y conductas dirigenciales inducidas por intereses personales y ajenas al bien común.
Todos estos temas de enorme relevancia, pues si el mayor problema de nuestro sistema político es el déficit de participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones, para un partido verdaderamente democrático resulta inaceptable e impresentable no actuar como eficaz agente de esa participación a partir de su vida interna, más cuando ésta tiende a languidecer de manera alarmante para quienes creemos en la forma de vida y norma de convivencia que conlleva el radicalismo y estamos convencidos de cuán vigentes de encuentran sus principios y los valores sobre los cuales éstos se han forjado en más de un siglo de servicio a Chile.
Confiamos, señor Presidente, en que comprenderá usted el propósito constructivo que nos inspira, divorciado de cualquier afán de crear conflictos, y que entenderá que al hacer uso del 'derecho a buscar respuestas a todas las inquietudes del espíritu', como expresa nuestra Declaración de Principios, sólo nos guía el anhelo de contribuir a que nuestra colectividad haga oír su legítima voz ante el país, a que abandone la abulia política que tanto facilita el ocultamiento de intereses personales, a que la aparente paz que hoy reina en su seno no se convierta en la real de un cementerio y a que enarbole sin vacilaciones y con legítimo orgullo sus propios símbolos, banderas y posiciones, como enseñas que la ciudadanía conoce, valora y agradece.
La expuesta es una situación que hiere al partido y desconcierta a sus militantes, a sus electores y al país en su conjunto, los cuales tienen derecho a esperar de nosotros una conducta diferente, y de nuestros órganos directivos algo más que actuaciones orientadas a privilegiar iniciativas de interés personal, las que por su creciente distanciamiento de un proyecto que como el radical socialdemócrata ya es patrimonio de todos los chilenos, privan al colectivo nacional, y en especial a sus sectores más vulnerables, de un efectiva contribución a la solución de sus conflictos. Todo esto, en medio de un ambiente que crea en la militancia exclusiones y tristes presagios sobre el futuro del partido.
En tal contexto, hoy se añoran en nuestras filas el respeto y afecto, la solidaridad y la tolerancia que, más allá de de la legítima confrontación de posiciones, fueron características principales e históricas del radicalismo. De hombres y mujeres que siempre supieron expresar su inquebrantable voluntad de combatir la indolencia y el nepotismo, la obsecuencia y la discriminación, esta última hoy exacerbada respecto de quienes en el seno del partido manifiestan opiniones discrepantes con las oficiales, especialmente cuando estas últimas ocultan intenciones de favorecer intereses espurios.
Sin embargo, a casi 20 años de la refundación de nuestra democracia, el PRSD aparece como una colectividad fría, inamistosa, excluyente, sin rumbo claro, introvertida y preocupada principalmente de los procesos electorales internos y externos. Ausente del debate nacional y cada vez más huérfana del aporte que antaño recibía de sus militantes reunidos permanentemente en organismos comunales, provinciales y regionales, o en consultivos, congresos y convenciones, todo aquello fuente de fecundos diálogos que hoy son sólo recuerdos de instancias participativas y democráticas en las cuales era posible exponer y debatir ideas y posiciones, sin temor a represalias cuando disentían de las sustentadas por la dirigencia de cualquier nivel.
Por otra parte, hoy el PRSD resigna sus banderas para evitar conflictos con sus aliados, subordinando su compromiso con la nación. Silencia o acomoda sus planteamientos programáticos y doctrinarios frente a la educación, la salud, la distribución del ingreso, la falta de oportunidades de trabajo, y se limita al rol de mera comparsa de sus socios concertacionistas, sin exponer ideas propias y, en especial, las tendientes a evitar los daños que para la comunidad implican algunas conductas censurables del pacto que integra o de partidos o personas que lo conforman.
Y como si eso no bastara, su aparato directivo descalifica, agravia y hasta hace víctima de cobardes campañas de difamación a quien pretenda siquiera abrir un debate con el propósito de impulsar los principios del radicalismo y la socialdemocracia, o el programa que les es inherente, lo que permite imaginar los riesgos que corre quien se atreva a disentir públicamente del oficialismo Partidario.
De este modo, cada día es más fuerte la percepción ciudadana acerca de que, como en los demás partidos de la Concertación, el nuestro, en especial, es una sociedad de pocos individuos, donde cada dirigente es una suerte de estado libre asociado, que actúa en política al ritmo de sus intereses personales. Por consiguiente, el país los ve como partes de una superestructura elitista, encerrada en si misma, exclusiva y excluyente, que decide en nombre de la militancia y de la colectividad sin mayor respeto hacia su doctrina y programas, y al margen de cualquier proceso real de discusión democrática y de efectiva participación que involucre y comprometa concientemente a sus miembros en todos los niveles. Así, se profundiza el deterioro de la clase política y de la política misma, con todo el riesgo que eso implica para nuestro devenir, particularmente a la luz del creciente alejamiento de la juventud chilena del mundo político, como resultado de la escasez y pobreza de de las respuestas y confiabilidad que éste le ofrece.
En tal escenario, nos preocupa profundamente la indiferencia que nuestra organización muestra hacia los problemas sociales, la distancia que con esto marca respecto de la ciudadanía y la actitud sumisa y obsecuente de 'operadores' de sus filas que, ante el temor de perder sus privilegios, pervierten la democracia interna, acrecientan la inacción de las estructuras regulares, les dificultan la adopción de posiciones críticas o discrepantes y, generalmente con poco pudor, dejan en claro que no es casual la falta de participación en nuestro partido y sus peligrosas secuelas de inactividad orgánica y de militancia
Por ello, creemos imprescindible que el partido abandone su actitud de extrema pasividad que lo mantiene prácticamente al margen del acontecer político nacional en los más diversos e importantes frentes, y ponga en plena actividad su estructura interna, para que recoja los valiosos aportes que sus integrantes pueden hacer a la solución de esa suerte de autismo político. El mismo que se manifiesta a través de hechos que contradicen la esencia de cualquier colectividad política, como lo es carecer de durante los últimos 50 años de un candidato presidencial y encontrarse próxima al inicio de una nueva campaña que podría significar un quinto gobierno de la Concertación, sin que entre sus propios cuadros directivos se mencione con la fuerza que corresponde la posibilidad de una candidatura propia, ni mucho menos entre sus socios de pacto que se han distribuido con precisión matemática la jefatura del Estado.
Lo antes expuesto nos lleva a considerar indispensable un cambio de rumbo en la acción política del partido, que signifique dar a sus militantes en general el trato considerado y respetuoso que merecen, y el término de la discriminació n y exclusión de quienes disienten de la línea oficial o simplemente se ubican en la minoría. Que implique activar efectivamente todas sus instancias partidarias, poner énfasis en un accionar interno transparente y democrático, asumir actitudes propias frente a los innumerables problemas del país, sin temores reverenciales hacia nuestros socios políticos, e iniciar un rápido y breve período de reflexión conducente a erradicar malas prácticas y conductas dirigenciales inducidas por intereses personales y ajenas al bien común.
Todos estos temas de enorme relevancia, pues si el mayor problema de nuestro sistema político es el déficit de participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones, para un partido verdaderamente democrático resulta inaceptable e impresentable no actuar como eficaz agente de esa participación a partir de su vida interna, más cuando ésta tiende a languidecer de manera alarmante para quienes creemos en la forma de vida y norma de convivencia que conlleva el radicalismo y estamos convencidos de cuán vigentes de encuentran sus principios y los valores sobre los cuales éstos se han forjado en más de un siglo de servicio a Chile.
Confiamos, señor Presidente, en que comprenderá usted el propósito constructivo que nos inspira, divorciado de cualquier afán de crear conflictos, y que entenderá que al hacer uso del 'derecho a buscar respuestas a todas las inquietudes del espíritu', como expresa nuestra Declaración de Principios, sólo nos guía el anhelo de contribuir a que nuestra colectividad haga oír su legítima voz ante el país, a que abandone la abulia política que tanto facilita el ocultamiento de intereses personales, a que la aparente paz que hoy reina en su seno no se convierta en la real de un cementerio y a que enarbole sin vacilaciones y con legítimo orgullo sus propios símbolos, banderas y posiciones, como enseñas que la ciudadanía conoce, valora y agradece.
Lo saludan fraternalmente.
POR SEMINARIO DE ORGANIZACIONES SOCIALES,
Coordinadores:
Aldo Verdugo Gálvez
Hernol Flores Opazo
Pedro Garrido Soto
Gilberto Vásquez Trujillo
Vicente Videla Aguilera
(Transcribo textualmente esta carta, escrita en Santiago el 31 de Marzo de 2008, creo que es muy verdadera y refleja el sentir de muchos Radicales a lo largo y ancho de Chile)
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