jueves, 3 de julio de 2008

INGRID BETANCOURT


EL BIEN POLÍTICO MÁS PRECIADO DE COLOMBIA

Ingrid Betancourt no es entonces una víctima clásica. En muchos aspectos encarna el secuestro de las libertades, de la transparencia, de la voluntad y de los derechos más elementales del propio pueblo colombiano. Es la figura ideal para representar el sufrimiento, físico y psicológico de todo un pueblo en manos de facciones políticas, paramilitares, guerrillas, narcotraficantes y, a veces, del propio Estado, criminalizado o envilecido por aquellos.

Santiago Escobar Sepúlveda

La espectacular liberación de Ingrid Betancourt y otros catorce secuestrados por la guerrilla en Colombia, es hoy el mayor catalizador de emociones positivas en un país acostumbrado a que la violencia haga que las cosas siempre terminen mal. Esta vez, terminaron bien. Y de paso quedó demostrado que la inteligencia, en el más amplio sentido del término, puede ser la mejor arma en una democracia, incluso para rescatar del infierno más profundo a los desamparados, sin derramar una sola gota de sangre. En términos estrictamente militares, fue la capacidad de comando, comunicación, control e información del Ejército el elemento decisivo para eliminar las comunicaciones internas de la guerrilla y transformarlas en un enemigo totalmente ciego e inmóvil. Demostrando además que es posible, en aspectos operativos tan sensibles, desarrollar una política de respeto de vidas humanas como bien esencial de la legitimidad democrática. Precisamente a ello se refirió Ingrid Betancourt al manifestar que estaba convencida que el éxito de la operación militar abría una puerta para que los guerrilleros entendieran su derrota definitiva, y se acogieran a una política de paz ofrecida por el gobierno. La nitidez con la cual este éxito militar se transforma rápidamente en uno político no es casual. La lógica estricta de la guerra dice que ella se mide en la obtención de los objetivos políticos, y ello es muy claro y positivo para el Presidente Uribe. No cabe duda que su popularidad se acrecentará. Pero existe un cabo suelto en torno al papel emblemático de Ingrid Betancourt en el próximo tiempo. Nadie sabe a ciencia cierta cual es el impacto real de siete años de cautiverio sobre ella. Sólo una cosa es segura. Emerge como una figura impoluta frente al mundo social y político de Colombia, con un aura moral que ningún político puede exhibir y del cual todos quisieran empaparse. Y con un relato de vida capaz de embelezar al mundo de los cien años de soledad. No debe olvidarse que siendo una promisoria parlamentaria liberal se transformó en la más acérrima crítica del presidente Ernesto Samper, también liberal, al salir a luz pública el llamado Proceso 8000 que evidenció la financiación de parte de la campaña presidencial con dinero del Cartel de Cali. En 1998, al abandonar el Partido Liberal y fundar el Partido Verde Oxígeno, su activismo político no lo hace con un discurso ecologista sino con una crítica abierta a la corrupción de los viejos caudillos políticos colombianos. Pero se arropa también con temas y lenguajes cercanos a la gente. Reparte condones bajo el lema "la corrupción es el sida de la política en Colombia". Su libro “La Rabia en el Corazón”, que relata la corrupción del gobierno de Samper despierta la inquina de toda la elite política colombiana. El tema sigue latente pues el actual gobierno tiene más de medio centenar de parlamentarios procesados por corrupción, y muchos de ellos presos. Al momento de ser secuestrada, se encontraba en plena campaña presidencial. Los hechos ocurren mientras se desplazaba por tierra, pese a las advertencias hechas por las autoridades de que había actividad guerrillera, hacia el municipio de San Vicente del Caguan. Recurre a este medio pues se le niega transporte en un helicóptero militar. Su intención era apoyar al alcalde, un miembro de su partido, ya que el municipio que durante las conversaciones de paz entre la guerrilla y el gobierno de Andrés Pastrana, formaba parte de la Zona de Distensión, rota las conversaciones, volvía a militarizarse. La inmediata reacción del gobierno fue culparla a ella misma de su secuestro, hasta que la opinión pública nacional e internacional empezó ha hacer variar las cosas, pero dentro de un letargo que duró años. Ingrid Betancourt no es entonces una víctima clásica. En muchos aspectos encarna el secuestro de las libertades, de la transparencia, de la voluntad y de los derechos más elementales del propio pueblo colombiano. Es la figura ideal para representar el sufrimiento, físico y psicológico de todo un pueblo en manos de facciones políticas, paramilitares, guerrillas, narcotraficantes y, a veces, del propio Estado, criminalizado o envilecido por aquellos. Y también para representar su esperanza. No está claro si Ingrid Betancourt volverá a la política, y si lo hace, si desarrollará el mismo discurso radicalmente antagónico del establishment que tenía al momento de ser secuestrada. Pero sí es claro que su aura es el bien político más preciado de Colombia, que todos quisieran tener, y con el que ella puede hacer prácticamente lo que desee.

(Fuente: El Mostrador, 3 de Julio 2008)

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