EX PRESIDENTE BORIS YELTSIN FALLECIÓ AYER A CAUSA DE UN PARO CARDIACO
RUSIA PERDIÓ AL "ZAR" DEL REFORMISMO QUE DESTERRÓ EL LEGADO SOVIÉTICO
Primer Mandatario ruso en llegar al poder por el voto popular, Yeltsin pasará a la historia como el hombre que expulsó a los comunistas del poder en la ex Unión Soviética, en 1991, y condujo a su país por el camino de las reformas democráticas hasta que su debilitada salud lo obligó a dimitir en 1999.
Unos lo honrarán como el estadista que dio el tiro de gracia al comunismo y encarriló al país por la senda democrática. Otros verán en él al “leviatán” que devoró el esplendor imperial de la Unión Soviética y trajo consigo todos los males y vicios del capitalismo. Mientras, unos pocos lo recordarán por sus metidas de pata y su afición al vodka. Bajo cualquiera de estos prismas, Rusia perdió ayer a un hombre que hizo historia: Boris Yeltsin.
Dueño de un historial médico plagado de infartos, hemorragias gástricas, neumonías y cuadros depresivos, el Primer Mandatario ruso que llegó al poder por el voto popular murió en un hospital de Moscú, a los 76 años, debido a una “progresiva insuficiencia cardiovascular multiorgánica”.
El hombre que, según el actual Presidente ruso, Vladimir Putin, “marcó un antes y un después en la historia de la Rusia moderna”, vio la luz el 1 de febrero de 1931 en el poblado de Butka, cerca de Sverdlovsk.
Allí, en Sverdlovsk, la antigua Ekaterimburgo donde fueron fusilados el zar Nicolás II y su familia en 1918, Yeltsin forjó su carrera, primero como obrero, luego como ingeniero civil y posteriormente como militante en 1961 del Partido Comunista.
Si bien durante dos décadas ejerció como funcionario de segunda línea en la “nomenklatura” soviética, su energía y liderazgo lo hicieron sobresalir, al punto de que fue “premiado” con su traslado a Moscú. Su emergente estrella convenció a mediados de los ’80 al entonces secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Mijail Gorbachov, para “ficharlo” para su “revolucionario” proyecto: “Perestroika” (reestructuración) y “Glasnot” (transparencia).
Pero su comportamiento no tuvo nada que ver con los anteriores dirigentes: Yeltsin decía lo que pensaba y denunciaba la corrupción de la nomenklatura. Al final, en noviembre de 1987, Gorbachov lo destituyó para calmar a la “vieja guardia” opuesta al cambio.
Lejos de perjudicarlo, esta “caída” lo catapultó como “estrella” del campo reformista.
Tras abjurar del comunismo, en 1989 fue elegido diputado y al año siguiente ya ejercía como presidente del Congreso de los Diputados del Pueblo. Su consagración llegó el 19 de agosto de 1991, cuando la cúpula comunista dio un golpe militar para derribar a Gorbachov. Yeltsin se convirtió en el baluarte de la resistencia.
Dos días después el golpe fracasó y Gorbachov volvió a Moscú, sin entender aún que el país había cambiado: Yeltsin no dudó en demostrárselo y el 23 de agosto firmó la disolución del PCUS.
Luego fue también quien asestó el golpe de gracia a la Unión Soviética, al sellar en Belovezh su disolución, que Gorbachov se vio obligado a aceptar y a dimitir el 24 de diciembre de 1991, lo cual le dejó la vía abierta a Yeltsin a la Presidencia, que conquistó con más de 60% de los votos.
Pero su camino en adelante, junto a algunas de sus histriónicas apariciones y anécdotas, estuvo sembrado de errores, como las polémicas reformas económicas que permitieron que ahora en Rusia haya más multimillonarios que en EEUU y más pobres que en toda Europa.
También fue el artífice de una dudosa reforma estatal y de la disolución a cañonazos del Parlamento en 1993, que acabó con la última resistencia comunista, pero también con las ilusiones de una plena democracia.
Asimismo cargó con la primera guerra con la separatista Chechenia, que lanzó en 1994, en la que su Ejército fue derrotado en 1996 y por la que pidió disculpas al país tras entregar el poder, el 31 de diciembre de 1999, a su sucesor, Vladimir Putin.
Dueño de un historial médico plagado de infartos, hemorragias gástricas, neumonías y cuadros depresivos, el Primer Mandatario ruso que llegó al poder por el voto popular murió en un hospital de Moscú, a los 76 años, debido a una “progresiva insuficiencia cardiovascular multiorgánica”.
El hombre que, según el actual Presidente ruso, Vladimir Putin, “marcó un antes y un después en la historia de la Rusia moderna”, vio la luz el 1 de febrero de 1931 en el poblado de Butka, cerca de Sverdlovsk.
Allí, en Sverdlovsk, la antigua Ekaterimburgo donde fueron fusilados el zar Nicolás II y su familia en 1918, Yeltsin forjó su carrera, primero como obrero, luego como ingeniero civil y posteriormente como militante en 1961 del Partido Comunista.
Si bien durante dos décadas ejerció como funcionario de segunda línea en la “nomenklatura” soviética, su energía y liderazgo lo hicieron sobresalir, al punto de que fue “premiado” con su traslado a Moscú. Su emergente estrella convenció a mediados de los ’80 al entonces secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Mijail Gorbachov, para “ficharlo” para su “revolucionario” proyecto: “Perestroika” (reestructuración) y “Glasnot” (transparencia).
Pero su comportamiento no tuvo nada que ver con los anteriores dirigentes: Yeltsin decía lo que pensaba y denunciaba la corrupción de la nomenklatura. Al final, en noviembre de 1987, Gorbachov lo destituyó para calmar a la “vieja guardia” opuesta al cambio.
Lejos de perjudicarlo, esta “caída” lo catapultó como “estrella” del campo reformista.
Tras abjurar del comunismo, en 1989 fue elegido diputado y al año siguiente ya ejercía como presidente del Congreso de los Diputados del Pueblo. Su consagración llegó el 19 de agosto de 1991, cuando la cúpula comunista dio un golpe militar para derribar a Gorbachov. Yeltsin se convirtió en el baluarte de la resistencia.
Dos días después el golpe fracasó y Gorbachov volvió a Moscú, sin entender aún que el país había cambiado: Yeltsin no dudó en demostrárselo y el 23 de agosto firmó la disolución del PCUS.
Luego fue también quien asestó el golpe de gracia a la Unión Soviética, al sellar en Belovezh su disolución, que Gorbachov se vio obligado a aceptar y a dimitir el 24 de diciembre de 1991, lo cual le dejó la vía abierta a Yeltsin a la Presidencia, que conquistó con más de 60% de los votos.
Pero su camino en adelante, junto a algunas de sus histriónicas apariciones y anécdotas, estuvo sembrado de errores, como las polémicas reformas económicas que permitieron que ahora en Rusia haya más multimillonarios que en EEUU y más pobres que en toda Europa.
También fue el artífice de una dudosa reforma estatal y de la disolución a cañonazos del Parlamento en 1993, que acabó con la última resistencia comunista, pero también con las ilusiones de una plena democracia.
Asimismo cargó con la primera guerra con la separatista Chechenia, que lanzó en 1994, en la que su Ejército fue derrotado en 1996 y por la que pidió disculpas al país tras entregar el poder, el 31 de diciembre de 1999, a su sucesor, Vladimir Putin.
(La Nación, 24 de Abril 2007)