LA HUELLA DE UN FRANCÉS EN LA HISTORIA DE CONCEPCIÓN
“En 1791 Jean Chatillon llega a nuestro país para alejarse de la revolución Francesa. Sin embargo, su estirpe no podría ocultarse en una familia que brillaría por su acción política. Este es el testimonio de los Castellón contada por una de sus últimas descendientes, que con ayuda de su nieto, nos invita a navegar por sus recuerdos, todavía muy nítidos.
En su departamento, Aída Castellón Cruz nos espera junto a su hija Carmen, y su cuñada, Ester Berne. Es la hora del té y, su humor y sonrisa son la primera imagen que resalta, en una conversación que irrumpe en sus recuerdos sobre el fundo que mantuvo unida a su familia en Valle
Nonguén: la Chacra del Obispo. Vivencias que desde hace tres meses comenzaron a cerrarse para quedar sólo en la memoria de esta mujer, luego de que Ester resolviera la venta de la última parte de este predio a la municipalidad penquista. “Se dice que construirán unas doscientas casas”, comenta la viuda de René Castellón, quien heredó este fundo de su abuelo Camilo Castellón Larenas. Aída vivió allí desde su nacimiento en 1906, y fue testigo de toda la actividad social y política de un fundo que -entre otros personajes- recibió a
Pedro Aguirre Cerda y
Salvador Allende. Así, nos narra la época en la que jugaba ajedrez con su padre y andaba a caballo con sus primos. El tiempo en que sus tíos hicieron de la Chacra el lugar de encuentro de los simpatizantes del
Partido Radical. “Todos muy mañosos y serios”, según confiesa. Hombres que sirvieron a la política como delegados, diputados, senadores, regidores, fundadores, ministros, cancilleres y empresarios.
La versión española del apellido
Aída Castellón pertenece a la cuarta generación descendiente del francés Jean Chatillon Dupui, quien castellanizó su nombre para salir de la revolucionada Francia de 1790, rumbo a España. Es así como en pleno gobierno de
Ambrosio O’Higgins, desembarca en
Valparaíso haciéndose llamar Juan Castellón. Un joven de 23 años y dos cursos de economía y hacienda, que le permitieron ejercer como cajero pagador de la Administración General de Concepción y -al poco tiempo- casarse con una dama de familia tradicional penquista, llamada María Jesús Binimelis y Andrade. Pero, aún bajo otra identidad, la
revolución Francesa le persiguió en su nueva patria, donde sus afanes independentistas le convirtieron en uno de los primeros perseguidos, encarcelados y desterrados por el virreinato de Abascal. Pese a ello, su firma alcanzó a figurar en Primera Junta Nacional de Gobierno y, después del destierro en la Quiriquina volvió como ministro tesorero de la Caja Nacional de
Concepción, comisario del Ejército Libertador y diputado por Coelemu. Su hijo, Agustín Castellón Binimelis, (1803-1868) fue el encargado de continuar la carrera política de su padre, ocupando los mismos cargos y sumando nuevas tareas. Entre ellas, su sello personal a través de la compra de vastas tierras en Guanquegua y Bellavista, en Coelemu; Villucura, en Los Angeles; Pumpichún, en Itata; Santa Filomena, la Chacra del Obispo, en Puchacay y una extensa propiedad ubicada en la calle que más tarde llevaría su apellido. Allí aún subsiste una parte reconstruida después del terremoto del ‘39, donde vive Raquel Castellón Rivera, prima hermana de Aída, otra de las últimas sobrevivientes de esta generación. Agustín se casó con Javiera Larenas Alvarez-Rubio, y tuvo a Wenceslao, Lisandra, Amalia, Carlos, Camilo y
Juan Castellón Larenas. Los primeros extendieron sus familias en Santiago, mientras que los tres últimos encabezaron una lista de personajes públicos, que participó activamente de la fundación de organizaciones como el
Club Concepción,
Diario EL SUR, el Teatro Municipal de Concepción, el
Liceo de Hombres y el
Partido Radical. Hombres de leyes y periodismo
Las letras siempre fueron “la debilidad” de los descendientes de Jean Chantillón. De ahí su vínculo con la prensa de la época. De los tres nietos que se mantuvieron en la zona, Carlos Castellón Larenas (1836 - 1885), fue el primero en destacar como redactor de “El Amigo del Pueblo”, “La Revista del Sur” y otras publicaciones penquistas. Sin embargo, ello no le impidió continuar la actividad heredada de sus ancestros y que desarrolló desde los fundos Margaritas, en Palomares, y Pozo de Piedra, en Penco. A su trayectoria política, como diputado, intendente de Ñuble y Concepción, y ministro de Guerra y Marina, entre otras acciones públicas, se debe el nombre de una de las principales calles del centro de Concepción. Entre sus hijos con Estela Plaza de los Reyes, nace el primer periodista de la casta, Agustín, quien fue gerente del diario EL SUR por 25 años. Su hermano Javier, también ligado al periodismo, fue alcalde de Concepción y cónsul de Ecuador en esta ciudad; al tiempo que trabajó sus tierras en Parlamento, Vertientes y Collanco, en Lautaro, y Refugio, en Curacautín. Al otro hermano, Juan Castellón Larenas, se le recuerda como uno de los grandes líderes del Partido Radical en Concepción, llegando a fundar EL SUR, como órgano de esta bancada. Además de diputado y senador, fue ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de José Manuel Balmaceda, el mismo que más tarde le arrebató numerosas tierras, cerró el diario, le apresó y desterró. Fue padre de doce hijos con Respicia Bello Donoso, de los que desciende -entre otros- Jorge Maira Castellón, quien presidió más tarde la empresa periodística EL SUR de Concepción.
El heredero de la Chacra
Al igual que todos sus hermanos, Camilo Castellón Larenas se dedicó a las actividades comerciales y agrícolas, pero restringió su actuar en política. Casado con Carmela Cuevas Versín, tuvo seis hijos, entre los que destacan Enrique, Alberto y Marcos. El primero de ellos llegó a ser alcalde de Coelemu y uno de sus hijos con Mercedes Cruz Stuardo, fue Luis, quien hizo carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores en Guatemala, México y España. Alberto Castellón Cuevas, fue secretario de la Intendencia de Concepción. En tanto, Marcos Castellón Cuevas, fue director de la Universidad de Concepción, donde impulsó la creación del Departamento Agrícola. Era el dueño de la Chacra adquirida por Agustín Castellón Binimelis al obispo Elizondo, donde instaló la lechería que abasteció a gran parte de los penquistas y que terminaría en manos de sus hijos René y Pedro. En ese mismo lugar, su hija Aída conoció a su esposo, Eduardo Benavides, “un colorín para nada encachado”, dice entre risas, pero que le robó el corazón con cientos de cartas, escritas mientras terminaba sus estudios de Medicina en la Universidad de Chile. Registros de los que hoy sólo conserva el primer ejemplar, el determinante de un amor que dio como fruto el nacimiento de dos hijos, Carmen y Rodrigo, y nietos entre los que Alonso fue el encargado de armar este puzzle. El de una familia que viene de Francia pero que ofrecía empanadas y cazuela de ave, en una chacra en donde hasta camarones daba la tierra. Una casta que guarda el sello político de una época marcada por los tiempos de revolución, y que ojalá el progreso no borre de la memoria penquista. Ni por la modernidad, ni por la construcción de las casas que cerrarán para siempre la historia de los Castellón en el Valle Nonguén.