AMÉRICA DEL SUR SE ENCUENTRA ANTE UN DIFÍCIL PROBLEMA. LA BUENA NOTICIA ES QUE SUDAMÉRICA LO SABE. Las encuestas muestran que los ciudadanos de ese continente están conscientes de la catástrofe, mucho más que los estadounidenses.
Heather Mallick
Y así esta comenzando el 2007, que algunos predicen será el año más caluroso desde que comenzaron a tomarse esta clase de registros. Ya en enero, tormentas de una fuerza espectacular golpearon a Europa. En un irónico e inquietante giro, se observaron fotografías de enormes olas causadas por el moderno calentamiento global rompiendo contra antiguas ciudades costeras en Francia. Lo nuevo asesta un golpe a lo antiguo y lo nuevo, por supuesto, ganará. Es solamente una cuestión de cuándo.
La evidencia científica del calentamiento global (insisto en usar esta frase en particular porque el Gobierno de George W. Bush prefiere “cambio climático”, como si el cambio pudiera ser una cosa agradable) es irrefutable. Ya vemos la sequía devastando el Cuerno de África. Se aguarda también sequía en Indonesia, recientemente arrasada por las inundaciones.
El hielo del Ártico se esta derritiendo tan rápido que tenemos el extraordinario espectáculo de una isla de hielo más grande que Manhattan flotando en las lejanas aguas norteñas de Canadá. Finalmente golpeará violentamente contra algo, siendo las plataformas petroleras sus probables primeras víctimas.
Las noticias se ponen cada día peor. Australia está en una muy mala posición. Los residentes de Sidney han recibido la advertencia de que, a menos que reduzcan el consumo de agua a la mitad en las dos próximas décadas, su ciudad no podrá abastecerse del vital líquido. El enemigo vendrá en dos formatos: húmedo y seco. El aumento de las temperaturas causará una sequía permanente y un aumento masivo de los incendios de matorrales. No habrá escapes hacia la costa porque asolará la ciudad desde la orilla.
En otras palabras, Sidney se convertirá en parte del “outback” de Australia, un territorio de leyenda y casi inhabitable. Este cambio es muy difícil de contemplar para los australianos.
La ironía, por otra parte, es que el Gobierno de Australia, como el de Estados Unidos, es uno de los más vigorosos negadores del calentamiento global. Los estadounidenses y los australianos rechazaron firmar el Protocolo de Kyoto. Debo mencionar que incluso firmar la cosa no fue una garantía de progreso.
En una época, naciones como Canadá elogiaron mucho ese protocolo. Pero el nuevo Gobierno derechista de ese país dice que de todos modos no hay esperanza de alcanzar las metas de emisiones, así que para qué preocuparse.
Ahora, el mismo Gobierno intenta de manera desesperada parecer “verde” y volverse popular. Australia y Estados Unidos ni siquiera intentan hacer eso. El Presidente George W. Bush ha rechazado la imposición de límites para las emisiones o en fijar grandes impuestos a los vehículos que consumen mucha gasolina. En lugar de eso, habla sobre el etanol, lo que significa quemar comida para hacer combustible. Y esa comida, hay que decirlo, es muy difícil de producir. Y ahora dice que quiere bloquear la luz solar enviando pequeñas partículas a la atmósfera o construyendo enormes espejos y poniéndolos en órbita.
George Monbiot, el gran defensor del medio ambiente, dijo que se trata de “fantasías de ilusionistas”, y tiene razón. En primer lugar, esos proyectos son difíciles de llevar a cabo, además de causar terribles efectos climáticos secundarios. Por otra parte, serán muy lucrativos para las corporaciones que trabajen en ellos. Y por ultimo, no atacan la raíz del problema, que es el estrago que las naciones desarrolladas y algunas que se están desarrollando rápidamente, como China, causan al planeta en este mismo momento.
La ironía abunda. Es realmente patético que yo, y tal vez incluso Monbiot, al calcular nuestra vida en la tierra, advertimos que seremos los últimos seres humanos que viviremos cómodos. No se trata de un gran consuelo. Nuestros hijos sentirán el verdadero dolor del apocalipsis del medio ambiente.
Qué paradójico que las naciones ricas creyeran que África cargaría con el problema. Y luego se descubrió que a medida que el océano se calentaba, todas las costas eran vulnerables. A los humanos les gusta vivir en las ciudades. Las ciudades más pobladas, exitosas y atractivas suelen construirse a lo largo de las costas.
En este momento, el mundo se siente furioso frente a la arrogancia de Bush. El hombre, que no escucha a sus propios ciudadanos o a sus representantes sobre la fracasada guerra de Irak, está ponderando un ataque a Irán.
Aquí hay otra ironía: la guerra puede ser discutible. Porque el calentamiento global aplastará al azar a muchas naciones y Estados Unidos estará entre ellas, además de la China del boom económico y la sofisticada Europa.
América del Sur se encuentra ante un difícil problema. La buena noticia es que Sudamérica lo sabe. Las encuestas muestran que los ciudadanos de ese continente están conscientes de la catástrofe, mucho más que los estadounidenses. Y aquí reposa la única esperanza de la comunidad. Las ciudades y los pueblos y los grupos de individuos combatirán el calentamiento global, y sus esfuerzos lentamente se extenderán a cada nación y luego a todo el continente. Esto ya está pasando en Estados Unidos, a pesar de la terca ignorancia de Bush.
Pero qué maligna ironía: la amenaza que demanda más de una acción global en toda la historia de la humanidad es la más ignorada por los gobiernos más poderosos.
De todas maneras, persona por persona, los humanos pelearán contra el calentamiento global. Gradualmente, los gobiernos lo aceptarán. Pero para entonces tal vez sea demasiado tarde.
La evidencia científica del calentamiento global (insisto en usar esta frase en particular porque el Gobierno de George W. Bush prefiere “cambio climático”, como si el cambio pudiera ser una cosa agradable) es irrefutable. Ya vemos la sequía devastando el Cuerno de África. Se aguarda también sequía en Indonesia, recientemente arrasada por las inundaciones.
El hielo del Ártico se esta derritiendo tan rápido que tenemos el extraordinario espectáculo de una isla de hielo más grande que Manhattan flotando en las lejanas aguas norteñas de Canadá. Finalmente golpeará violentamente contra algo, siendo las plataformas petroleras sus probables primeras víctimas.
Las noticias se ponen cada día peor. Australia está en una muy mala posición. Los residentes de Sidney han recibido la advertencia de que, a menos que reduzcan el consumo de agua a la mitad en las dos próximas décadas, su ciudad no podrá abastecerse del vital líquido. El enemigo vendrá en dos formatos: húmedo y seco. El aumento de las temperaturas causará una sequía permanente y un aumento masivo de los incendios de matorrales. No habrá escapes hacia la costa porque asolará la ciudad desde la orilla.
En otras palabras, Sidney se convertirá en parte del “outback” de Australia, un territorio de leyenda y casi inhabitable. Este cambio es muy difícil de contemplar para los australianos.
La ironía, por otra parte, es que el Gobierno de Australia, como el de Estados Unidos, es uno de los más vigorosos negadores del calentamiento global. Los estadounidenses y los australianos rechazaron firmar el Protocolo de Kyoto. Debo mencionar que incluso firmar la cosa no fue una garantía de progreso.
En una época, naciones como Canadá elogiaron mucho ese protocolo. Pero el nuevo Gobierno derechista de ese país dice que de todos modos no hay esperanza de alcanzar las metas de emisiones, así que para qué preocuparse.
Ahora, el mismo Gobierno intenta de manera desesperada parecer “verde” y volverse popular. Australia y Estados Unidos ni siquiera intentan hacer eso. El Presidente George W. Bush ha rechazado la imposición de límites para las emisiones o en fijar grandes impuestos a los vehículos que consumen mucha gasolina. En lugar de eso, habla sobre el etanol, lo que significa quemar comida para hacer combustible. Y esa comida, hay que decirlo, es muy difícil de producir. Y ahora dice que quiere bloquear la luz solar enviando pequeñas partículas a la atmósfera o construyendo enormes espejos y poniéndolos en órbita.
George Monbiot, el gran defensor del medio ambiente, dijo que se trata de “fantasías de ilusionistas”, y tiene razón. En primer lugar, esos proyectos son difíciles de llevar a cabo, además de causar terribles efectos climáticos secundarios. Por otra parte, serán muy lucrativos para las corporaciones que trabajen en ellos. Y por ultimo, no atacan la raíz del problema, que es el estrago que las naciones desarrolladas y algunas que se están desarrollando rápidamente, como China, causan al planeta en este mismo momento.
La ironía abunda. Es realmente patético que yo, y tal vez incluso Monbiot, al calcular nuestra vida en la tierra, advertimos que seremos los últimos seres humanos que viviremos cómodos. No se trata de un gran consuelo. Nuestros hijos sentirán el verdadero dolor del apocalipsis del medio ambiente.
Qué paradójico que las naciones ricas creyeran que África cargaría con el problema. Y luego se descubrió que a medida que el océano se calentaba, todas las costas eran vulnerables. A los humanos les gusta vivir en las ciudades. Las ciudades más pobladas, exitosas y atractivas suelen construirse a lo largo de las costas.
En este momento, el mundo se siente furioso frente a la arrogancia de Bush. El hombre, que no escucha a sus propios ciudadanos o a sus representantes sobre la fracasada guerra de Irak, está ponderando un ataque a Irán.
Aquí hay otra ironía: la guerra puede ser discutible. Porque el calentamiento global aplastará al azar a muchas naciones y Estados Unidos estará entre ellas, además de la China del boom económico y la sofisticada Europa.
América del Sur se encuentra ante un difícil problema. La buena noticia es que Sudamérica lo sabe. Las encuestas muestran que los ciudadanos de ese continente están conscientes de la catástrofe, mucho más que los estadounidenses. Y aquí reposa la única esperanza de la comunidad. Las ciudades y los pueblos y los grupos de individuos combatirán el calentamiento global, y sus esfuerzos lentamente se extenderán a cada nación y luego a todo el continente. Esto ya está pasando en Estados Unidos, a pesar de la terca ignorancia de Bush.
Pero qué maligna ironía: la amenaza que demanda más de una acción global en toda la historia de la humanidad es la más ignorada por los gobiernos más poderosos.
De todas maneras, persona por persona, los humanos pelearán contra el calentamiento global. Gradualmente, los gobiernos lo aceptarán. Pero para entonces tal vez sea demasiado tarde.
The New York Time Syndicate.
(La Nación, 11 de Febrero 2007)
Estimado amigo:
ResponderEliminarSin duda alguna este tipo de noticias nos debe de concientizar a todos por igual, pero desafortunadamente existen gobiernos que no quieren aceptar parte de la culpa de este, sin duda un grave y serio problema. Y tienes razón, ustedes en el Sur, están más concientes que millones de estadounidenses o australianos.
Esperemos pues que cada uno de nosotros participe de alguna u otra forma para poner cada quien su granito de arena para ir solucionando poco a poco este gravisimo problema mundial.
¡Felicidades por este tipo de aportaciones!
Seguiremos leyéndonos.
Saludos desde México.
http://guillermo-jb2000.blogia.com