ESTUDIO Y NATURALEZA EN EL MISMO ESPACIO
A más de cien años de sus inicios el proyecto de los intelectuales de principios de siglo es hoy realidad. Es la muestra más evidente de la lucha penquista por el desarrollo y el espacio más identificatorio de una ciudad que -desde entonces- se hace llamar universitaria.
No hay duda. Cuando se trata de hablar de uno de los destinos preferidos por los penquistas, la “U de Conce”, es la primera en ser nombrada. Al parecer en ella se encuentran no sólo el sueño de miles de estudiantes penquistas, sino también el espacio cultural más propio y querido por todos los vecinos de la ciudad. Pero la Universidad no siempre estuvo allí, sino que inició sus pasos en edificios centrales muy alejados de lo que hoy constituye uno de los campus universitarios más grandes y bellos de Chile. De algunos de ellos sólo queda el registro fotográfico que el historiador Alejandro Mihovilovich Gratz conserva cuidadosamente, entre ellos el de la Escuela Dental, ubicada en Tucapel esquina San Martín, y la primera Escuela de Medicina, ubicada en O’Higgins 850. También están los edificios de Biología e Ingeniería Industrial, los mismos que todavía reciben alumnos en sus salas de clases. Sitios en los que personajes como Oliver Schneider, René Louvel Bert y Ottmar Wilhelm Grob, hicieron clases para los primeros estudiantes del sur del país. Hoy, la Universidad de Concepción es una armonía de paisajismo y construcción. “La gente hizo de este campus un lugar público, visto casi como la continuación del parque”, explica el decano de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción, Ricardo Utz Barriga. El experto divide la universidad en dos ejes. El primero de ellos desde el Arco de Medicina hasta la Biblioteca; y el segundo, entre los extremos que unen a la Laguna de los Patos con los edificios limítrofes del campus en Edmundo Larenas. “En la intersección de ambos, están el campanil y el Foro, los primeros hitos de este lugar, inspirados en arquitectura europea y pensados por Enrique Molina Garmendia, como hitos para esta institución”, dice el arquitecto. “El símbolo universitario por excelencia, signo de rectitud y elevación, columna que difundirá en las almas goce, placidez y serenidad, flecha que apunta a la altura, como la filosofía, donde más allá de las nubes que amedrentan, triunfa la claridad celeste”, decía el antiguo rector. Pero su ideal fue más allá, llevando la imagen del campanil penquista y su entorno a postales identificatorias de una ciudad que desde entonces se hizo llamar “universitaria”. El Arco de Medicina es otro de sus atractivos. “Es no sólo la gran puerta de entrada al campus, sino la entrada al conocimiento y al eje principal de este diseño armonioso”, afirma Utz. Este eje -según el arquitecto- se divide en tres partes. La primera, la denomina “antigua”, y va desde el Arco hasta el Foro. En esta parte se nota la intervención del arquitecto y urbanista austríaco, Karl Brünner, quien combinó jardines y caminos, propicios para el paseo. La segunda parte, es la que se extiende entre el Foro y la Biblioteca, cuyo parque central resalta por el verde y sirve para la recreación y descanso de quienes la visitan. Allí, el Foro es protagonista y sus escalinatas, “la conexión y apertura hacia lo nuevo”, sostiene el urbanista. Esta construcción es de alto significado simbólico y político al entregar un escenario monumental para actuaciones y reuniones de la comunidad universitaria. Los terrenos desde la Biblioteca hacia atrás son la tercera parte de este eje que evidencia toda la evolución de la casa de estudios. Allí, el Plato destaca por su arquitectura ecléctica, dice Ricardo Utz, “una construcción más moderna y también más económica que debió lidiar con una Biblioteca que parecía coronar el final de la Universidad”.
El proyecto de una ciudad
Origen difícil, pero enérgico fue el de la Universidad de Concepción, nacida al alero de una crisis que terminó por convencer a los penquistas de que había que hacer algo por el desarrollo de la ciudad. Ese algo era el desarrollo de Estudios en Industria Química, en esos años vista como la única fuente de progreso para la zona.El motor del movimiento pro Universidad de Concepción, según nos comenta el historiador Alejandro Mihovilovich, estuvo en manos de rectores del Liceo de Hombres de Concepción y representantes de la Logia Masónica de distintas zonas de la región y sur de Chile.Fueron ellos quienes canalizaron la demanda de una población creciente y ansiosa de estudiar en aulas propias, todo bajo el alero del plantel masculino de la ciudad. “El mayor patrimonio de esta universidad”, señala el historiador, refiriéndose al empuje y tenacidad de este grupo de intelectuales que llevó a la realidad el deseo de una población de más de 40 mil habitantes.Luego de insistentes e infructuosas conversaciones por concretizar una universidad que ya funcionaba “de hecho”, el Comité Ejecutivo Pro Universidad y Hospital Clínico, dirigido por Virginio Gómez -convencido de la existencia no sólo de penurias financieras sino también de rivalidades, temores políticos y sectarios de parte del gobierno central- resolvió abrir la Universidad en 1919.Con el tiempo, de las salas aisladas, la UdeC comenzó a hacerse espacio en los terrenos donados por vecinos de la ciudad hasta formar el campus que hoy identifica a toda una comunidad.
Cecilia Arroyo A.
(El Sur, 11 de Febrero 2007)
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