LA EVOLUCION DEL CONSUMO COTIDIANO DE LOS CHILENOS
El próximo año cambia la canasta base del IPC, tras una década de vigencia. Cuando debutó, en 1928, no existían en Chile los hervidores eléctricos ni los DVD. ¿Qué nos deparará este siempre discutido registro, que nos representa a todos en general, pero a nadie en particular? ¿Qué artículos ingresarán y cuáles serán expulsados por vetustos?
Rosa Zamora
Terno sobre medida, leña de espino, poncho de castilla, pasaje en tranvía y yerba mate integraron la canasta base de la primera medición del Índice de Precios al Consumidor (IPC), efectuada en Chile en 1928. Era una muestra modesta, con apenas 44 productos, cifra que casi ochenta años después es superada, incluso, por un solo ítem del registro vigente: prendas de vestir. Así es. La discutida canasta está formada actualmente por 483 artículos divididos en 8 grupos: alimentación, vestuario, vivienda, transporte, educación y recreación, equipamiento de la vivienda, salud y otros. El término de su vida útil está a la vuelta de la esquina: cambia el próximo año, después de una década de vigencia. Para ello el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), mantiene un batallón de técnicos y profesionales, además de miles de voluntarios, abocados al estudio que establecerá qué consumimos ahora los chilenos, en qué cantidad y con qué frecuencia, de modo de contar con una base que permita calcular periódicamente - entre otras cosas- la variación del IPC, factor decisivo para una gama de ingresos y pagos que va desde los sueldos hasta los dividendos. El “ahora” no es un asunto menor. La fuerte velocidad del cambio determina que en diez años del tercer milenio ocurran miles de transformaciones más que en dos décadas del segundo. ¿Alguien ha olvidado que en 1928, cuando debutó nuestra actual canasta, no existían en Chile los hervidores eléctricos?
Anota que anota
El estudio en cuestión es la VI Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF), que comenzó en noviembre del año pasado y que se extenderá hasta octubre del presente, consulta el registro detallado de todos los gastos de unos diez mil hogares chilenos, con un total cercano a las 30 mil personas. Aplicada cada diez años desde 1956, a contar de la nueva versión incorporará a todas las regiones. Para lograr una canasta representativa y completa, todos los miembros mayores de 15 años de las familias seleccionadas al azar deben anotar el valor de cada uno de los bienes y servicios que compran o contratan Además, deben incluir información sobre gastos mensuales -como arriendo, escolaridad o cuentas de servicios básicos- e incluso declarar ítem especiales, como deudas por préstamos y tarjetas de crédito. También los gastos realizados hasta seis y doce meses antes en bienes y servicios de baja frecuencia de compra, como muebles, computadores, hospitalizaciones, viajes, equipos deportivos y de entretenimiento y artefactos de línea blanca u otros para el hogar. Es decir, tienen que anotarlo todo. Hasta si compran un chicle en el quiosco del colegio. ¿Son voluntarios o se les paga? La ingeniera comercial Myriam Villarroel, encargada de esta encuesta del INE, es categórica: “Su labor es gratis. Tenemos encuestadores preparados que conversan con ellos y les explican los objetivos del estudio. Pedimos su colaboración para efectuar este registro minucioso durante 15 días. Aunque el INE es la única institución del país que puede obligar a alguien a responder esta encuesta, no obligamos a nadie. Y nos encontramos con grandes sorpresas de gente muy cooperadora”.
Todo cambia
Que Chile ha experimentado grandes transformaciones y una modernización galopante en las últimas décadas es una evidencia que se revela fácilmente al comparar la composición de las sucesivas canastas del IPC, desde aquella pionera de 1928. Si en 1957 las familias destinaban casi la mitad de sus ingresos (47,6 por ciento) a la alimentación, en 1998 sólo utilizaban el 27,2 por ciento en ese rubro. Y no es que se coma menos, sino que en la medida que el país ha incrementado su desarrollo, los hogares también han comenzado a generar mayores ingresos y los gastos se han diversificado hacia otras áreas, desde educación hasta salud, pasando por vivienda, vestuario y recreación. Así se entiende, por ejemplo, que en 1995, según cifras del Servicio Nacional de Turismo, 1.037.282 chilenos viajaron al extranjero y una década después lo hicieron 4.024.834. Otros elementos gravitantes en el consumo -explica el INE- son la reducción de la tasa de natalidad y del tamaño de los hogares, así como el progresivo envejecimiento de la población y la mayor integración femenina a la fuerza de trabajo, que implica tanto un mejoramiento en el ingreso familiar como la irrupción de un nuevo segmento de consumidoras autónomas. A esto se agrega la incorporación de productos innovadores, debido a la globalización de la economía y al abaratamiento de los artículos importados, como lo ha podido comprobar cualquier chileno que haya renovado computador o accedido a notebook en los últimos años.
Del telegrama al email
Las tendencias de compra varían drásticamente en el último medio siglo. Y aunque a juzgar por su representación en la canasta muchas generaciones de chilenos se siguen criando con Milo, prefieren la mermelada de damasco - desde cuando se vendía en tarro-, el helado de piña y consumen no pocas empanadas, en algunas épocas la modernidad ha sobrevenido con fuerza huracanada. Como ocurrió a fines de los 60, cuando prácticamente de la nada aparecieron en los ítem menaje y misceláneo artefactos como televisor en blanco y negro, refrigerador, tocadiscos, lavadora, cocina y estufa a gas, juguera y máquina de coser. Y a pesar de que en algunos aspectos constituyó un tiempo difícil -buena parte de la gente se comunicaba por carta y transmitía las urgencias por telegrama-, también fue más relajado y tranquilo: los antidepresivos no figuran en la muestra de 1969, pero los locos sí comparecen en la dieta chilensis. El automóvil y sus muchos gastos -patente, lavado, estacionamiento y peaje- debutan recién una década más tarde, a fines de los 70. Y si bien junto a él hacen su estreno los tranquilizantes, también se produce el advenimiento de una prenda femenina liberadora: las medias panty. Pero las guaguas chilenas siguen usando pañales de tela y calzón de goma hasta los años 80. La década del plebiscito del Sí y el No marca también el ingreso a la canasta del televisor en color y el minicomponente, del buzo deportivo, el cassette, el radiocassette, la matrícula y la mensualidad universitarias, el transporte escolar y la fotocopia. La gente compra mayonesa y toma combinados. Aquí irrumpen además el electrocardiograma, los medicamentos antihipertensivos, los servicios funerarios y los nichos en el cementerio. A la gente le importa cada vez más la plata, como lo revela la aparición de la Lotería, la Polla y la Polla Gol, pero si no gana se resigna con las mascotas: por primera vez compra periódicamente alimentos para animales. El salto tecnológico se nota en la muestra de fines de los 90, que ya comenzó a decir adiós. Computador, impresora, cámara fotográfica, personal estéreo, equipo de video, microondas, batidora. Arriendo de videos y servicio de TV cable. Alimentos colados, postres envasados y platos preparados. Las mascotas se benefician con el progreso: ya no sólo tienen su propio alimento, sino también van al veterinario. Los niños se entretienen con triciclos, patines y bicicletas, juegos electrónicos y discos compactos, y van a clases de danza o de deportes. Los adolescentes gastan en discotecas y los adultos en viajes…mientras todos comienzan a declarar gastos financieros. Y pensar que esta canasta ya se encuentra obsoleta.
Cada 5 años
Si hay algo en que los especialistas están de acuerdo, incluida la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (Ocde), es que los países ya no pueden funcionar con una encuesta cada diez años. Y en que acortar el periodo permite una mejor adecuación de la canasta a la evolución de los patrones de consumo de la población. “Nosotros planteamos que sea por lo menos cada 5 años, como lo señalan las indicaciones internacionales y como se hace en países más desarrollados. Sería una frecuencia muchísimo más adecuada”, dice Myriam Villarroel, encargada de la Sexta Encuesta de Presupuestos Familiares del INE. “Si el IPC intenta medir la variación de precios que realmente existe en la economía, entonces debe ir modificándose con una frecuencia que le permita captar los cambios en los patrones de consumo, de forma que su canasta de bienes integrantes siga siendo relativamente representativa”, agrega George Lever, gerente de Estudios de la Cámara de Comercio.
(El Sur, 21 de Junio 2007)
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