domingo, 1 de abril de 2007

LAS MARIONETAS


LAS MARIONETAS

La irresponsabilidad homicida la tienen quienes no salen en escena. Los que educan y preparan a los líderes de ataques sin piedad, saqueos, figuras que recuerden la Unidad Popular, que despierten la nostalgia de la mano dura, barricadas, manos alzadas.

Marco Antonio de la Parra
Lo cierto es que hay alguien que está satisfecho en medio del fuego y el olor a bombas lacrimógenas. La turba se lanza a la calle, son jóvenes, son niños, son marginales, es el deseo de quien quiere hacer aparecer a nuestro país en un estado de caos, alguien que quiere que Santiago parezca la ciudad de la furia, el desmadre, la ley de la selva. Cuando Chile parece seguir una senda de orden y justicia, cuando más nos acercamos a la posibilidad de cambios legales, de mayor racionalidad y de mayores beneficios, una minoría sin duda organizada y convocada disfruta convirtiendo Santiago en una suerte de Medio Oriente. Se ataca a una jueza, a la policía, se protesta por una causa extraña, cuando los diálogos son posibles, hay Parlamento, no hay bloqueo a la acción política. Algún ingenuo supone que esto es una espontánea manifestación de un descontento masivo, y esto hace pensar en la estrategia que ha tomado en España el Partido Popular contra el Gobierno socialista de Zapatero: convocar los fantasmas de la Guerra Civil, levantar la bandera española como en los tiempos franquistas, homologar a los etarras con el Gobierno, reponer un espejismo de la República invitando una revuelta sin razón.
En Chile el estilo es similar, desde la subida al poder de Michelle Bachelet se ha orquestado a la juventud en una agitación fuera de plazo, de tema y de sitio. La irresponsabilidad homicida la tienen quienes no salen en escena. Los que educan y preparan a los líderes de ataques sin piedad, saqueos, figuras que recuerden la Unidad Popular, que despierten la nostalgia de la mano dura, barricadas, manos alzadas; el Día del Combatiente denota entrenamiento militar, grupos subversivos que alguien opera quizás para hacer saltar en el Día del Joven Combatiente un absurdo imparable, se mezcla el interés de una pobreza existente y los problemas de la locomoción con una oscura fascinación por el ataque a la prosperidad evidente del país. ¿Qué haremos? El prestigio de la irritación y el combate traslucen un espacio extraño, una suerte de fractal, de efecto de un caos manipulado que ataque el cambio social, disperse el vector social y levante como un divertimento a los jóvenes en pos de un objetivo impensable.
Las estadísticas muestran el descontento razonable al Transantiago, pero “The Economist” sanciona el estilo Bachelet y asume un extraño rol político en medio de la tecnocracia del estilo actual de Gobierno a José Antonio Viera-Gallo. Quizás sea razonable el cambio de ministros, quizás el tiempo, el tempo más lento, permita pensar, pero la violencia viene para que no pensemos, para que la acción se coma las palabras, para que la ira arrase con la pausa y para no darle tiempo a nadie. La ingenuidad de los sesenteros nostálgicos arropa a estos muchachos supuestos combatientes que, curiosamente, son los que más aprueban el Transantiago en las encuestas.
¿Quién maneja los hilos de la agitación títere? Me rompe el alma ver a los muchachos convertidos en marionetas. Son el futuro de Chile. No los manipulen. No los conviertan en genéricos cuando unos pocos se dejan envenenar el alma.

(La Nación, 1 de Abril 2007)

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