miércoles, 25 de abril de 2007

TRAGEDIA EN EL SUR


UNA TRAGEDIA PARA REFLEXIONAR

Desde el punto de vista de las regiones, lo sucedido el fin de semana es una muestra concreta de los efectos del centralismo y la falta de previsión.

El terremoto que remeció a Aisén la tarde del sábado seguirá teniendo réplicas. Y no sólo naturales, sino también políticas. Por desgracia, el sismo y el posterior tsunami que acabaron con la vida de una decena de abnegados compatriotas revelaron, una vez más, que La Moneda tiene serias falencias en el manejo de crisis y que aún está muy lejos de los habitantes de regiones.En efecto, el enjambre sísmico que se inició en el fiordo de Aisén el 22 de enero no tardó en revelar su génesis a los científicos y miembros de la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi): se trataba de un sismo magmático. Por lo tanto, el riesgo de una catástrofe era, hasta cierto punto, previsible.En ese contexto, si bien la inmediata presencia de la Presidenta Michelle Bachelet y el ministro del Interior en el lugar del desastre puede considerarse una expresión concreta del gobierno en terreno, la visita y el anuncio de medidas son reflejo de una actitud reactiva y no proactiva. Ello, más que la simple “rabia contenida”, explica la protesta de los aiseninos.Y es que desde el punto de vista de las regiones, lo sucedido el fin de semana no es sino una muestra concreta de los efectos del centralismo: la excesiva preocupación por el Transantiago hizo que el Ejecutivo le bajara el perfil a los sismos de la zona austral y, por ende, impidió que se pasara del diagnóstico a un plan de contingencia de veras eficaz.La pregunta ahora es qué ocurrirá con los habitantes de la zona, que viven sumidos en la angustia y el pánico ante la posibilidad de que los sismos continúen hasta que emerja un volcán. ¿Podrán recobrar la confianza en las autoridades políticas? ¿Está el gobierno preparado para enfrentar un escenario aún más adverso? El cuestionamiento no obedece sólo a la coyuntura, porque hay que recordar que una situación similar se vivió el año pasado en nuestra región tras el socavón de Arauco y antes, de manera más dramática, con el alud que acabó con la vida de 11 personas en Chiguayante y donde la presencia de la Presidenta también fue duramente criticada por las víctimas.Finalmente, lo sucedido en la Undécima Región no sólo nos recuerda que la amenaza de un sismo como el de mayo de 1960 sigue latente en nuestra zona, sino también obliga a preguntarnos si hemos aprendido las lecciones del falso tsunami registrado en enero de 2005, y que desnudó nuestra nula capacidad de reacción ante un fenómeno de este tipo.Si bien la Oficina Regional de Emergencia (Oremi) y el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (Shoa) se han preocupado de mantener informados a los municipios costeros de la zona, entregándoles las cartas de inundabilidad a las autoridades de Talcahuano, Penco, Tomé, Coronel, Lebu y otras comunas, aún es un misterio cómo reaccionará la ciudadanía si se vuelve a repetir la emergencia.En suma, el terremoto del sábado no sólo ha golpeado duro a una comunidad que hace patria en el fin del mundo.También ha puesto al gobierno central al tanto de que hay un Chile que se siente menoscabado por la autoridad, y a nosotros de que aún tenemos deudas pendientes con la naturaleza y que no tenemos cultura preventiva para pagarlas.

(El Sur, Editorial del 25 de Abril 2007)

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